Encabezado Cómo inicia nuestro gusto por el café | Amor Café
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¿Cómo inicia nuestro gusto por el café?

¿Recuerdan cómo comenzó su gusto por el café? Francamente yo no lo había analizado hasta que un día por casualidad conocí “amor café” y fue entonces que reconocí “mi amor” por el café.

Hola, mi nombre es Dania Hernández, una orgullosa potosina que viene a platicarles un poco de “la ciencia” como la responsable de mi gusto por el café, y es que si hago cuentas, llevo más de la mitad de mi vida metida en libros y ciencia. De profesión, soy Médico Estomatólogo con Maestría en Ciencias Odontológicas en el área de Odontología Integral Avanzada y Doctora en Ingeniería y Ciencia de Materiales; actualmente radico en la Ciudad de México como Subdirectora de Desarrollo Biomédico en el Centro de Innovación Nanotecnológica y Desarrollo de Aplicaciones de Grafeno (CINDAG) en Graphenemex S.A. de C.V.

He de confesar que mi gusto por el café es relativamente nuevo, pues en un mundo científico el aroma a café es la constante de cada centro de investigación, desde la recepción hasta el laboratorio, donde las invitaciones a beber un poco nunca se hacen esperar.

En general, disfrutar una taza de café siempre es buena idea, pero el significado que cada quien le da, es particular, sobre todo cuando nos ponemos románticos y lo usamos como pretexto para acercarnos a alguien que nos despierta interés, pero ese no es el punto. Mi punto es, que el efecto estimulante de la cafeína ayuda a que la vida de un investigador sea un poco más enfocada y aunque no quiero generalizar para no herir susceptibilidades entre mis colegas, sí debo decir que la vida puramente científica necesita constantemente de esos golpes de energía que la cafeína proporciona, ya que nuestra rutina se resume en largas horas de lectura, clases, redacción de proyectos, análisis de resultados e interminables jornadas experimentales dentro de un laboratorio que no siempre permite ver la luz del sol. Así que de vez en cuando un poco de aire fresco para hablar con algo o alguien más que no sea tu bitácora o tus experimentos, siempre viene bien.

Para mí preparar un café en casa o ir a una cafetería por el simple gusto de tomar café era prácticamente inviable, puesto que siempre lo asocié a una conversación del tipo “¡tengo algo que contarte, te invito un café!”, y por consiguiente, el hecho de tomar un café representaba compañía  y una charla de no menos de 1 hora en un ambiente tranquilo y relajado. No obstante, la ciencia es tan celosa, que a veces toca conformarse con 5 minutos de tiempo libre, que no son suficientes para saborear la bebida y el café termina por convertirse en el perfecto compañero de pasillo hasta tu escritorio, situación que no me tenía muy cómoda, porque como les comenté, para mí el café era sinónimo de charla y no propiamente de la necesidad de cafeína o en su defecto, de sabor.

Pero poco después mi concepción sobre el café cambió, porque la investigación no solo es ciencia y tampoco es tan aburrida como podrían imaginar; para mí de hecho, ha sido toda una experiencia, que en este sentido extrapolo a mi encuentro con el café. Hace unos años tuve la oportunidad de hacer una estancia doctoral en la Universidad de Trieste, Italia., un país muy cafetero. Evidentemente cuando llegué, era la nueva y desconocida mexicana que llegó a incorporarse a las filas de un importante grupo de estudio científico multicultural, pero que a pesar de las vastas diferencias entre los integrantes, uno de los momentos que unía nuestras culturas era la hora del café. Y aunque los horarios estaban perfectamente definidos (10:00, 12:00, 14:00 y 17:00 h), siempre había un responsable de tocar a la puerta de cada laboratorio para notificar que la esperada hora había llegado.

En mi primer día en la universidad, tuve el honor de ser invitada al mágico encuentro y no desaproveché la oportunidad para comenzar a socializar, en mi mente sería a través de una sustanciosa charla pero la realidad fue otra y me llevé algunas sorpresas. Primero, porque a la cafetería le llaman “Bar” y no tiene nada que ver con alcohol (cuando me invitaron al “Bar” a las 10:00 am, pensé que había un problema de alcoholismo en la universidad); segundo, el café americano prácticamente no existe, solo el expreso capuchino (aún recuerdo el silencio que se hizo presente cuando pedí un “americano”, así como las miradas de desconcierto puestas en mí); y tercero, porque el café lo toman de dos sorbos, derivando en breves y apresuradas charlas entre los 5 o 10 minutos que inviertes en la espera del café, los 5 minutos que te llevan tomarlo y finalmente 5 minutos para volver a las actividades.

Al principio me preguntaba: ¿Cuál es la urgencia por tomar café?, ¿Realmente lo disfrutan o solamente lo necesitan?; fue ahí que caí en cuenta de que yo no lo necesitaba, sino que disfrutaba tanto el café como el contexto, claro, a mi manera, al final cada quien tiene formas distintas de disfrutar las cosas. Con el paso del tiempo dejé de cuestionarme y me acostumbré a la prisa, a las conversaciones cortas y a los sorbos rápidos que se convirtieron en parte de mi rutina; incluso llegué a tomar hasta 5 expresos en un día, obviamente, pagando la rigurosa cuota del insomnio de novata hasta que mi cuerpo se acostumbró a la cafeína.

Hoy en día, a pesar de esos recuerdos llenos de nostalgia, sigo prefiriendo la calma de un café que resista una extensa conversación, eso sí, nunca después de las 17:00 h.

Y cuéntenme, ustedes cómo descubrieron su afición al café?

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